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El ADN de 13 individuos encontrados en dos cuevas de Siberia confirma que hace unos 54.000 años los neandertales vivían en grupos muy pequeños y lastrados por la endogamia

Representación del padre e hija neandertales hallados en la cueva de Chagyrskaya, en Rusia.
Representación del padre e hija neandertales hallados en la cueva de Chagyrskaya, en Rusia.TOM BJORKLUND

Publicación de Materia

Un equipo de científicos europeos acaba de obtener el retrato de una familia humana más antiguo que se conoce. No se trata de una foto como la que puede encontrarse en cualquier casa, sino un perfil genético extraído de los huesos de 13 individuos hallados en dos cuevas de Siberia. El ADN recuperado de estos fósiles no deja lugar a dudas: dos de ellos eran un padre y su hija adolescente. Al menos otros dos eran sus parientes, un niño pequeño y una mujer adulta que pudieron ser el primo y la abuela. Todos eran neandertales, la especie humana más emparentada con la nuestra que se extinguió misteriosamente hace unos 40.000 años. Es la primera vez que se localiza una familia neandertal y sus perfiles genéticos confirman datos claves para entender por qué desaparecieron para siempre.

Los restos humanos proceden de Chagyrskaya y Okladnikov, dos cuevas del sur de Siberia, en Rusia, donde vivieron los neandertales hace unos 54.000 años. Las herramientas de piedra y los restos de huesos de animales muestran que eran nómadas que vivían persiguiendo a sus presas habituales: bisontes, caballos y cabras montesas. En aquella época, este territorio era una frontera. Al oeste vivían los neandertales europeos y a menos de 100 kilómetros estaban los denisovanos, los neandertales asiáticos. El estudio de ADN extraído de fósiles en estudios anteriores ha desvelado que estas dos especies y los Homo sapiens se encontraron y tuvieron hijos híbridos. Es un misterio por qué solo quedamos nosotros.

Un equipo de científicos liderado por Svante Pääbo, del Instituto Max Planck de Biología Evolutiva (Alemania) y premio Nobel de Medicina de este año, ha podido recuperar buena parte del genoma de los 13 neandertales de las dos cuevas siberianas y compararlo con el de otros 18 neandertales descubiertos previamente.

Los resultados, publicados hoy en Nature, referente de la ciencia mundial, muestran que varios de los 11 individuos hallados en Chagyrskaya vivieron al mismo tiempo y en el mismo lugar, un hallazgo insólito en yacimientos de esta antigüedad. Los dos vecinos de Okladnikov, a unos 100 kilómetros al este, no eran parientes directos, pero al menos uno de ellos pudo ser también coetáneo del otro clan. La variabilidad genética de estos restos apunta a que los grupos neandertales eran pequeños, de entre 10 y 20 personas.

El estudio muestra que el genoma mitocondrial que pasa de madres a hijos era mucho más variado que el del cromosoma Y que legan los padres. Esto confirma que en las sociedades neandertales las mujeres dejaban sus familias para ir a vivir a otros sitios y engendrar hijos mientras los hombres se quedaban en su mismo clan. Se trata de una práctica habitual en muchas sociedades de cazadores y recolectores actuales que evita las enfermedades y esterilidad asociada a la endogamia.

Antonio Rosas, paleoantropólogo del CSIC, resalta que esas conclusiones son muy parecidas a las que adelantó su equipo en 2011. En este caso analizaron solo el genoma mitocondrial de seis adultos, tres adolescentes, dos niños y un bebé neandertales que murieron devorados por otros homínidos de su especie y cuyos restos se hallaron en la cueva asturiana de El Sidrón. El ADN mostraba que estaban emparentados por vía materna, pero el grado de resolución impedía decir cuánto. Sí que mostraba que se trataba de grupos pequeños y muy aislados en los que las hembras eran las que abandonaban su clan de origen. “Esta es una práctica muy común entre muchos grupos de Homo sapiens y también en otros primates para mantener la variabilidad genética”, detalla Rosas.

La cueva de Chagyrskaya, en Siberia (Rusia).
La cueva de Chagyrskaya, en Siberia (Rusia).BENCE VIOLA

A pesar de esta estrategia, la familia neandertal de Chagyrskaya ya parecía condenada a desaparecer en unas generaciones. Los investigadores han estudiado la variabilidad genética entre todos los individuos y el nivel de secuencias idénticas es tan elevado como entre los gorilas de montaña actuales, una de las especies más amenazadas del planeta.

Los resultados también indican que estos neandertales eran del linaje que dominaba en Europa occidental y que no tenían rastro de haberse cruzado con sus vecinos asiáticos denisovanos, a pesar de vivir a apenas a 100 kilómetros de distancia. Estos datos apoyan que el aislamiento y la consanguinidad contribuyeron a la extinción de estos homínidos.

La gran pregunta es si los Homo sapiens de aquella época eran distintos que sus primos neandertales, tanto genética como socialmente. Es difícil saberlo, pues no hay apenas fósiles sapiens de esta época y no se ha podido recuperar ADN para obtener un retrato genético familiar. “Es evidente que algo distinto debían tener, tal vez una estrategia diferente para tender lazos entre grupos o que fueran clanes con más miembros”, aventura Carles Lalueza-Fox, genetista del CSIC.

En El Sidrón, Asturias, los resultados de la secuenciación de otros 13 individuos nos muestran las consecuencias morfológicas de la endogamia neandertal (pincha en la siguiente imagen):

Sapiens entrando en Europa

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De lo más pequeño a lo más grande en el universo que conocemos hoy en día.

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Mapa de metro con los principales personajes que han aportado conocimiento a lo largo de nuestra historia. Destacan tres científicos cuya contribución resultó inmensa. (Pinchando sobre la imagen se amplía).

Si observáis, la primera estación surge, cómo no, de Grecia. Nace todo con la Filosofía. De hecho, se puede hacer un curioso experimento con Wikipediaelige cualquier palabra, cualquier cosa que quieras buscar en la enciclopedia, y pincha siempre en el primer enlace que hayasiempre que no esté en cursiva o dentro de un paréntesis (porque se trataría de acotaciones o aclaraciones del término): el resultado siempre será el mismo, siempre se acaba en la definición de Filosofía. Haz la prueba, pincha en la imagen y entra:

La explicación es de sentido común: cualquier definición siempre nos llevará a un concepto más amplio, que, a su vez, nos reconducirá a una rama del saber que, ineludiblemente, lleva a la disciplina originaria del resto, además de la más «interdisciplinar». Inevitablemente acabamos en alguna de las cuestiones fundamentales del ser humano, de las que se ocupa la Filosofía.

Un ejemplo más de cómo funciona la evolución, es decir, la naturaleza: las autoridades alertan de que los antibióticos están dejando de funcionar y de que la humanidad se dirige a un futuro en el que cualquier herida podría ser letal.

MANUEL ANSEDE, Madrid – 18 NOV 2021 (Artículo publicado en El País)

El estudio madrileño en el que se rodó la película Mujeres al borde de un ataque de nervios se encuentra a solo unos metros del despacho de Cristina Muñoz, pero ella no parece nerviosa, pese a que lo suyo no es una comedia, sino más bien el guion de una película de terror. Muñoz es la codirectora del Plan Nacional frente a la Resistencia a los Antibióticos, la iniciativa española para intentar frenar una de las mayores amenazas para la humanidad. Los medicamentos contra las bacterias están dejando de funcionar, a una velocidad ahora acelerada por el consumo excesivo e incorrecto durante la pandemia de covid. La científica invita a imaginar el día a día sin antibióticos, un espeluznante mundo en el que cualquier infección podría ser letal. Sin cesáreas, sin trasplantes de órganos, sin operaciones de menisco, sin prótesis de cadera.

“Sería dar un paso atrás de casi 100 años en los avances médicos”, advierte Muñoz. “Pasarían cosas que ni se nos ocurre pensar, como que se caiga un niño, se abra la rodilla, lo lleves al hospital y el médico te diga que no hay nada que hacer, que lo siente mucho”, explica. Algunas enfermedades bacterianas —como la neumonía, la tuberculosis, la gonorrea y la salmonelosis— ya se están quedando sin tratamientos eficaces. La quimioterapia, que favorece las infecciones microbianas en los enfermos de cáncer al bajar sus defensas, también sería una práctica de alto riesgo en ausencia de antibióticos. “Dejaríamos de curar a las personas, pero también a los animales. No podríamos producir alimentos sanos”, advierte Muñoz. Al regreso de las enfermedades del siglo XIX habría que sumar las hambrunas.

Cristina Muñoz, codirectora del Plan Nacional frente a la Resistencia a los Antibióticos, en la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios, en Madrid.
Cristina Muñoz, codirectora del Plan Nacional frente a la Resistencia a los Antibióticos, en la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios, en Madrid.VÍCTOR SAINZ

Este 18 de noviembre comienza la Semana mundial de concienciación sobre el uso de los antimicrobianos y las autoridades tocan las trompetas del apocalipsis. Un informe elaborado para el Gobierno británico alertaba en 2016 de que los microbios resistentes a los fármacos —sobre todo las bacterias— ya mataban a 700.000 personas cada año en el planeta y de que se podría llegar a 10 millones de fallecimientos en 2050, más que los causados por el cáncer. El microbiólogo Bruno González Zorn alerta de que la covid ha empeorado la pandemia silenciosa de las superbacterias. “Puede que los 10 millones de muertes ya no ocurran en 2050, sino en 2040 o en 2030″, advierte.

Las bacterias se multiplican cada 20 minutos y a veces sufren mutaciones que son, por casualidad, un escudo frente a algún antibiótico. Y lo más inquietante es que pueden transmitir esos nuevos genes de resistencia a otras bacterias cercanas, incluso de otras familias. “Es como si yo aprendo alemán y te transmito a ti la capacidad”, explica González Zorn, catedrático de la Facultad de Veterinaria de la Universidad Complutense de Madrid. Cuantos más antibióticos se usan, más evolucionan las bacterias para resistir a ellos.

González Zorn afirma que se está formando “una tormenta perfecta” y muestra los datos de los hospitales españoles durante la primera ola de covid. De febrero a marzo de 2020 aumentó un 400% el uso de azitromicina, un antibiótico usado a la desesperada por si también funcionaba contra el virus SARS-CoV-2. El consumo de doxiciclina se incrementó un 517%. En España, estos niveles volvieron rápidamente a la normalidad, pero siguieron desbocados en otras regiones del mundo, como América Latina. “Durante la pandemia se han utilizado tantas carbapenemas [un tipo de antibióticos] que en algunos países, como Chile, tenemos los niveles de resistencia que esperábamos tener en 2030. Hemos acelerado 10 años. Estamos muy alarmados”, señala el investigador.Tenemos los niveles de resistencia que esperábamos tener en 2030. Hemos acelerado 10 años”Bruno González Zorn, microbiólogo

El microbiólogo es uno de los 15 miembros de un grupo internacional de científicos recién creado por la Organización Mundial de la Salud (OMS) para identificar qué antibióticos son esenciales para la salud humana, con el objetivo de blindar su uso para que sigan funcionando. Estos fármacos son como el Grupo Especial de Operaciones (GEO), la unidad de élite de la Policía Nacional. Si se necesitan y no funcionan, después de ellos no hay nada. Son el último recurso. Y las carbapenemas son precisamente una de estas últimas balas.

La oficina europea de la OMS lanzó una alerta en febrero: “No permitamos que la crisis de covid se convierta en una catástrofe de resistencia a los antimicrobianos”. En algunos países, el escenario es escalofriante. Médicos del Hospital Almenara de Lima han advertido del uso “irracional e indiscriminado” de antimicrobianos en Perú durante la pandemia. Expertos en Estados Unidos, IndiaMéxico y otros países también han hecho sonar las alarmas.

La microbióloga Ana Maria de Roda Husman, holandesa de padre español, advierte de que los mecanismos de resistencia, en principio, solo tienen que aparecer una vez. “Entonces la caja de Pandora ya está abierta”, señala. Su equipo, del Instituto Nacional para la Salud Pública de Países Bajos, ha detectado bacterias resistentes a carbapenemas por doquier en las aguas residuales del país. Las tuberías de los hospitales, y también las de los hogares, contribuyen a diseminar superbacterias en la naturaleza. La amenaza de combinaciones inimaginables está sobre la mesa.

Un hombre se tapa la nariz ante el río Isakavagu, destino de los vertidos de las fábricas de antibióticos en Patancheru, un polo industrial cercano a Hyderabad, en India, en una imagen de 2008.
Un hombre se tapa la nariz ante el río Isakavagu, destino de los vertidos de las fábricas de antibióticos en Patancheru, un polo industrial cercano a Hyderabad, en India, en una imagen de 2008.MAHESH KUMAR A (AP)

De Roda Husman alerta de que “los propios fabricantes de antibióticos pueden ser un problema, especialmente en regiones donde no existen leyes de residuos”. La investigadora cita la contaminación producida por una fábrica de azitromicina a unos 25 kilómetros de Zagreb, en Croacia, en el río Sava, ya colonizado por una rica comunidad de bacterias resistentes a antibióticos. En otros países, como la India, la gravedad de la situación se dispara. En 2007, un estudio halló niveles inauditos de antibióticos en las aguas vertidas en el río Isakavagu por una planta de tratamiento que da servicio a 90 fabricantes de medicamentos genéricos en Patancheru, una zona industrial cercana a la ciudad india de Hyderabad. La concentración del antibiótico ciprofloxacino en el río alcanzaba los 31 miligramos por litro, una dosis mil veces superior al umbral tóxico para algunas bacterias.

El microbiólogo clínico Rafael Cantón recuerda cuando empezó a trabajar, en 1988, y hacía pruebas de laboratorio para determinar la susceptibilidad de una bacteria a diferentes antibióticos. “Antes lo habitual era ver todo S, la letra inicial de sensible. Ahora la mayoría de los valores son R, de resistente. Solemos estudiar unos 20 antibióticos [para cada infección] y unas 15 veces al año nos encontramos con una situación dramática: todo R. No tenemos opciones terapéuticas para estos casos”, lamenta Cantón, jefe de Microbiología del Hospital Ramón y Cajal, en Madrid.

Las autoridades europeas calculan que las superbacterias ya matan cada año a 33.000 personas en el continente. La Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios, donde trabaja Cristina Muñoz, habla de unas 4.000 muertes en España, el triple que las causadas por los accidentes de tráfico. Pese a las alertas, el último Eurobarómetro mostraba que el 42% de los españoles había tomado antibióticos en 2018, frente al 32% del total de la UE. Uno de cada tres encuestados en España pensaba, equivocadamente, que los antibióticos curan los resfriados, cuando en realidad están provocados por virus, no por bacterias.

Rafael Cantón lamenta que, pese a estas cifras, la pandemia de supermicrobios sea prácticamente invisible. “No hay colectivos de pacientes que se quejen de la resistencia a antibióticos”, afirma. Es un silencio sorprendente, porque el 6% de los ingresados en los hospitales adquieren una infección en el propio centro, tras intervenciones como la colocación de una sonda urinaria o la intubación para la respiración artificial, según un estudio promovido por la Sociedad Española de Medicina Preventiva, Salud Pública e Higiene.Estamos en una encrucijada que puede dar paso a una segunda pandemia mundial devastadora”Marc Lemonnier, microbiólogo y empresario.

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Un investigador que colabora con los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades sostiene una placa de cultivo que demuestra la resistencia bacteriana y la no resistencia a un grupo de medicamentos antibióticos llamados carbapenemas.
Un investigador que colabora con los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades sostiene una placa de cultivo que demuestra la resistencia bacteriana y la no resistencia a un grupo de medicamentos antibióticos llamados carbapenemas. Credit…Fuente: Science

“Hay menos infecciones adquiridas en los hospitales, la mitad que en 1990, pero las que se adquieren ahora son más problemáticas”, advierte Cantón. “Lo llamamos capitalismo genético. Una bacteria que es resistente tiende a permanecer y tiene más posibilidades de adquirir todavía más mecanismos de resistencia. Es como el que ya tiene dinero, que tiene mayor facilidad para ganar más dinero”, expone.

El experto reconoce el “pico tremendo” de consumo de antibióticos en los hospitales durante la primera ola de la pandemia. “Eso nos ha recrudecido problemas que ya teníamos y han aparecido otros”, apunta Cantón en referencia a la proliferación de bacterias resistentes a las carbapenemas. “Han aumentado en todos los hospitales por el efecto selectivo de la utilización de antibióticos”, sostiene.

El panorama en la industria farmacéutica es desolador. Solo hay 43 antibióticos experimentales en ensayos clínicos, según la OMS, frente a más de 5.700 posibles nuevos tratamientos contra el cáncer. Para el microbiólogo Marc Lemonnier, es un escándalo. “Por cada producto antibacteriano en desarrollo tienes más de 100 en oncología. Es inaceptable. Estamos hablando de una necesidad médica comparable. De aquí a 2050 estas infecciones matarán igual que el cáncer”, opina.

Lemonnier, un hispanofrancés nacido en Tánger (Marruecos) hace 54 años y criado en Madrid, trabajó como científico hasta que en 2009 montó su propia empresa farmacéutica: Antabio. El nombre hace referencia a Anteo, el gigante norteafricano que, según la mitología griega, ganaba todas sus peleas, porque cada vez que caía al suelo obtenía nuevas fuerzas de su madre, Gea, la diosa de la tierra. “Hércules encontró una manera innovadora de matar a ese monstruo: levantarlo del suelo, para que no entrase en contacto con su madre. Y esa es exactamente la estrategia de mi empresa: encontrar una manera novedosa de matar a bacterias a las que nada puede matar”, señala Lemonnier. Un óleo de Zurbarán representa esta pelea de Anteo y Hércules en el Museo del Prado.

Óleo de Zurbarán sobre la pelea mitológica entre Hércules y el gigante Anteo, en el Museo del Prado.
Óleo de Zurbarán sobre la pelea mitológica entre Hércules y el gigante Anteo, en el Museo del Prado.

“La cantidad de antibióticos en desarrollo es paupérrima porque nadie quiere invertir en esta área”, sentencia el empresario. Las farmacéuticas ganaron más de 7.000 millones de euros con productos contra el cáncer entre 2014 y 2016, al mismo tiempo que perdían unos 90 millones con los antibióticos, según la organización estadounidense Pew. El dinero ha volado a la oncología. En 2019, la inversión privada en potenciales tratamientos contra el cáncer rondó los 8.600 millones de euros, frente a los 120 millones en antibióticos. “La paradoja es que es un área prioritaria para la OMS, pero absolutamente no prioritaria para los inversores privados”, lamenta Lemonnier.

El empresario ha logrado 44 millones de euros de financiación desde 2009 para el desarrollo de tres antibióticos prometedores. La mitad del dinero le ha llegado de organizaciones sin ánimo de lucro, como la británica Wellcome Trust y la estadounidense CARB-X. “Cada vez me es más complicado financiar mi empresa. Para mis estudios clínicos en humanos necesito levantar ahora decenas de millones, pero la inversión privada se está enrareciendo porque los inversores no ven salidas, no ven éxitos comerciales, y se van a otro sitio”, explica.

Grandes farmacéuticas —como la suiza Novartis, la británica AstraZeneca y la francesa Sanofihan abandonado en los últimos años la investigación de nuevos antibióticos. “Si no cambia la dinámica, tenemos un problema mayúsculo. Estamos en una encrucijada que puede dar paso a una segunda pandemia mundial devastadora”, advierte Lemonnier, miembro de la junta directiva de BEAM, una alianza de 70 pequeñas y medianas empresas biotecnológicas europeas dedicadas a buscar tratamientos contra los microbios.

La economista española Laura Marín dirige la mayor iniciativa mundial de investigación de las resistencias antimicrobianas, en Estocolmo.
La economista española Laura Marín dirige la mayor iniciativa mundial de investigación de las resistencias antimicrobianas, en Estocolmo.JPIAMR

Una economista española, Laura Marín, dirige desde 2013 en Estocolmo la mayor iniciativa mundial de investigación de las resistencias antimicrobianas, el programa JPIAMR, con casi una treintena de países a bordo, como Alemania, España, India y Argentina. “No hay un modelo de negocio favorable”, explica. “Crear nuevos antibióticos es complicado científicamente y todo el mundo ha dejado de hacerlo. El antibiótico luego se vende por un euro, así que no les sale a cuenta. Y si logramos un nuevo antibiótico no se lo vamos a querer dar a nadie, para reservarlo para los casos más graves, así que se van a vender muy pocos”, argumenta Marín. Hacen falta, subraya, incentivos económicos para las farmacéuticas y mucho más dinero público.

El programa JPIAMR intenta convencer a los países para que inviertan más cuanto antes, no solo para el desarrollo de nuevos antibióticos, sino para averiguar cómo mantener la eficacia de los que todavía funcionan. “Si logramos un nuevo antibiótico, que es algo que puede ocurrir dentro de 20 años, no podemos tener resistencias desde el primer día”, alerta Marín. La experta menciona dos medidas clave: prohibir la venta de antibióticos sin prescripción médica y acabar con su uso sistemático para estimular el crecimiento de animales sanos. Son dos políticas en vigor en la UE, pero inimaginables en los países más pobres, sin acceso a médicos y con necesidad de aumentar su producción de carne.

Cristina Muñoz defiende que España es un ejemplo para el mundo. Era el país con el máximo consumo de antibióticos de la UE en 2014, cuando arrancó el Plan Nacional. Desde entonces, según sus cifras, las ventas han caído un 33% en medicina humana y un 59% en veterinaria, a menudo gracias a acuerdos voluntarios con las empresas ganaderas. El mayor éxito es la reducción de prácticamente el 100% en el uso en los cerdos de colistina, un antibiótico descubierto en 1947 que se descartó para los humanos por su toxicidad renal y se reservó para la veterinaria.

Hace 15 años, ante la falta de alternativas, los médicos tuvieron que resucitar la colistina para usarla como último recurso en personas con infecciones multirresistentes, según recuerda Bruno González Zorn. “Esto da una idea de la situación en la que estamos. Estamos rescatando antibióticos tóxicos de los años cincuenta para salvar vidas en los hospitales del mundo. Es inaudito”, explica el microbiólogo. En noviembre de 2015, en China, se detectó por primera vez un gen capaz de convertir las bacterias en superbacterias resistentes a la colistina. Se abrió la caja de Pandora.

Nosedive (Caída en Picado en su traducción al español) enmarcará su historia en una sociedad aparentemente futura en la que todos sus integrantes puntuarán las acciones y comportamientos a través de sus dispositivos móviles estableciéndose una valoración de hasta cinco estrellas por persona. Ni que decir que las valoraciones que las personas tengan hacia otras les permitirá acceder a cierto estatus social y a cierto número de ventajas en su día a día. Se trata de una sociedad que se «autocontrola», donde el más «popular» tiene más ventajas.

Como todos los episodios de esta magnífica serie, se trata de una distopía: elegimos los elementos negativos de nuestra sociedad, los multiplicamos y dibujamos un futuro desolador. Lo contrario sería una utopía, donde proyectaríamos en el futuro lo mejor de nuestra sociedad. En este caso Nosedive está planteado como una sátira a nuestra obsesión por las redes sociales, con una incidencia especial en plataformas como Instagram, de ilustrar una idea prefabricada de la felicidad a través de las imágenes que los propios usuarios suben a la red y que es «puntuada» por sus seguidores.

«Ya no te reconozco. Sólo quieres imitar esa falsa felicidad de otros que seguro que quieren suicidarse por dentro»

Ryan, hermano de Lacie.

Y, como ocurre con todas las sátiras, tiene una base reconocible. Podemos verlo en las noticias todos los años. «Influencers» admirados e imitados terminan mostrando que su vida era de todos menos feliz. Los suicidios se han repetido a lo largo de los años. Aquí tenemos algunos ejemplos recientes, pero hay muchos más:

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Pero, no todo queda aquí. La distopía parece hacerse realidad. El episodio es de 2014. En 2016 el gobierno chino ponía en práctica un proyecto de cuatro años llamado Esquema de planificación para la construcción de un sistema de crédito social:

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Consiste en supervisar a cada persona siguiendo su rastro digital; reunir toda la información que esparce por la red y cruzarla para evaluar si es buen o mal ciudadano. Esa persona: ¿consume con frecuencia? ¿Paga sus facturas a tiempo? ¿Habla mal del gobierno? Algo así como mezclar su actividad en Amazon, Iberdrola y Facebook; destilarla en un dígito único y determinar entonces si se trata de alguien confiable. La propuesta consiste en implementar un sistema de puntuación ciudadana, basado en la reputación, que evalúe el comportamiento de cada individuo y determine su calificación por medio de un algoritmo. La puntuación será publica y comparable con la del resto de la población para determinar la elegibilidad de cada persona, al momento de adquirir una hipoteca, un trabajo o servicios. Si tu número es alto serás considerado un ciudadano confiable y obtendrás trato preferencial en restaurantes, hoteles, aeropuertos, hospitales, tiendas, bancos, etc. En cambio, si la puntuación es baja te pondrán en una lista negra como castigo, te restringirían el acceso a algunos lugares y podrán negarte ciertos servicios. Lo llaman crédito social, el plan es que para el 2020 sea completamente funcional y se aplique a los 1300 millones de residentes del país; puede hacer tu vida más fácil o dejarte viviendo en una pesadilla.

El sistema tendrá en cuenta incluso a tus amigos y familiares en las redes. Una mala puntuación de tu círculo te afecta directamente. Esto puede hacer que no puedas coger un avión, un tren o un autobús. E, incluso, tener que pagar hasta 12 veces más por alquilar algo tan sencillo como una bicicleta para ir al trabajo.

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Los ‘buenos ciudadanos’ serán aquellos que ‘mejores amigos’ tengan y los que más consuman (cuanto más dinero gastes, mejor puntuación). Se podrán mostrar sus fotos en paneles en la ciudad en la que vivan para que todos los vean como ejemplos a seguir.

En fin, volvemos a lo de siempre: las redes sociales deberían ser un medio, no un fin.

Y la ciencia se hizo grande: el Genoma Humano y el Gran Colisionador de Hadrones (LHC)

JAVIER YANES 25.11.2020 20MINUTOS

Gran Colisionador de Hadrones (LHC)
Gran Colisionador de Hadrones (LHC), el mayor acelerador de partículas del mundo.

Hace 20 años, el siglo XX se cerraba con un anuncio histórico: el 26 de junio de 2000, el presidente de EEUU Bill Clinton y el primer ministro británico Tony Blair comunicaban la obtención del primer borrador del genoma humano. El proyecto se declaró completo en 2003, después de 13 años de trabajo y con una inversión total de casi 2.500 millones de euros. Una cifra mayor, unos 4.000 millones, costó la construcción del Gran Colisionador de Hadrones (LHC), el mayor acelerador de partículas del mundo, ubicado en Ginebra y que en 2012 permitió detectar el largamente buscado bosón de Higgs.

El Genoma Humano y el hallazgo de la esquiva partícula ilustran una tendencia en auge: la ciencia se ha hecho más grande, más colaborativa, global y multidisciplinar, con amplios consorcios internacionales que permiten unir fuerzas y crear sinergias. La Big Science no es algo nuevo; debutó con el Proyecto Manhattan y la carrera espacial. Pero en las últimas décadas los macroproyectos han proliferado para que en este siglo XXI podamos llegar allí donde solo es posible con el esfuerzo colectivo del ser humano.

La era de la genética

El primer genoma humano se obtuvo mediante una técnica clásica que databa de los años 70. Pero el proyecto motivó la introducción de nuevas tecnologías que en solo un decenio recortaron drásticamente el coste de un genoma completo hasta dejarlo cerca de los 1.000 euros. Hoy hay compañías que ofrecen genomas por menos de 250 euros, y nos encontramos en la frontera de una cuarta generación tecnológica que no solo podrá capturar el genoma de una célula individual, sino incluso hacerlo in situ, en una preparación de tejido.

A este espectacular desarrollo de la tecnología para leer genes se une otro avance no menos revolucionario para escribirlos. En 2012 las investigadoras Emmanuelle Charpentier y Jennifer Doudna presentaron una fabulosa herramienta molecular de corta-pega genético llamada CRISPR, un hallazgo premiado en 2020 con el Nobel de Química y cuyo mecanismo básico fue descubierto y nombrado por un microbiólogo alicantino: “No habría CRISPR sin Francisco Mojica”, publicaba recientemente la revista Nature.

En conjunto, estas nuevas tecnologías han abierto una nueva era de la genética de precisión. Hoy cualquier persona puede saber si posee ciertos genes que aumentan el riesgo de desarrollar alzhéimer o cáncer, pero también puede conocer el origen geográfico de sus ancestros. El Proyecto Genográfico, una iniciativa de National Geographic e IBM lanzada en 2005, ha mapeado las migraciones humanas a lo largo de la historia a través de los genes.

También el ADN de los restos antiguos nos ha ayudado a conocer mejor nuestro pasado. En 2010 se publicaba el primer genoma de un Homo sapiens que murió hace 4.000 años, a lo que el mismo año se unían el genoma neandertal y la primera rama de la familia humana identificada solo por el ADN de un hueso, los denisovanos. En los próximos años, el conocimiento de nuestra historia aumentará gracias al siguiente paso en el análisis molecular: la proteómica, el estudio del mapa completo de proteínas.Tres años de cárcel para el científico chino que modificó bebés genéticamente

Las tecnologías genéticas tienen también su lado más polémico. El siglo arrancaba con la creación del arroz dorado, el primer cultivo transgénico diseñado para mejorar la salud humana gracias a su contenido en provitamina A, un nutriente que falta en la dieta de 250 millones de niños. Sin embargo, los recelos de sectores sociales y gobiernos han frenado el despliegue de las cosechas genéticamente modificadas, a pesar de que no hay razones científicas para ello. Por otro lado, en 2018 el mundo se convulsionó con el anuncio de un investigador chino que dijo haber creado los primeros bebés genéticamente alterados para hacerlos resistentes al VIH. Estos experimentos fueron ampliamente repudiados, pero abrieron un debate que promete continuar.

La física, completada

En 2012, la colaboración de más de 600 científicos en el LHC resultaba en la detección del bosón de Higgs, la partícula elemental que cerraba el Modelo Estándar de la Física. El hallazgo se producía casi medio siglo después de que Peter Higgs y sus colaboradores predijeran su existencia como el elemento que dota de masa al resto de las partículas. Higgs y su colega François Englert recibieron el Nobel de Física al año siguiente.

Pese al aplauso general que recibió este logro, también surgieron preguntas sobre la rentabilidad de la inversión en términos de aplicaciones. Sin duda, la Big Science no es barata. Pero gracias a ella no solo profundizamos en los secretos del universo, midiendo las ondas gravitacionales o fotografiando agujeros negros, sino que además afrontamos los grandes problemas de la humanidad: en Cadarache (Francia), una colaboración de 35 países construye el reactor de fusión nuclear ITER, que debería comenzar a funcionar en 2025. Su coste, que superará los 22.000 millones de euros, empequeñece la cifra del LHC; pero el proyecto científico más caro de la historia podría ser el más rentable si, como pretende, nos abre el camino hacia una energía limpia e inagotable

Al mismo tiempo, otros dos grandes programas, el Proyecto Cerebro Humano en Europa y la Iniciativa BRAIN en EEUU, aspiran a desvelarnos los secretos del cerebro y sus enfermedades. El primero, a finalizar en 2023, intenta simular el cerebro en plataformas tecnológicas, mientras que el segundo, con un horizonte de 2025, pretende mapear miles de millones de conexiones neuronales.

 

Hoy mismo, solo la ciencia global logrará vencer a nuestro nuevo gran enemigo, el coronavirus de la COVID-19.

Un estudio genético sitúa en Botsuana la evolución del Homo Sapiens durante sus primeros 70.000 años. 
Un grupo de bosquimanos del Kalahari, considerados la cuna del Homo Sapiens en un imagen sin fecha de la investigadora de la Universidad de Utah Polly Wiessner.-AFP
Un grupo de bosquimanos del Kalahari, considerados la cuna del Homo Sapiens en un imagen sin fecha de la investigadora de la Universidad de Utah Polly Wiessner.-AFP

La historia de la moderna evolución humana, la que dio lugar a nuestra especie, la única superviviente, empezó alrededor de un lago enorme hace unos 200.000 años en lo que ahora es el norte de Botsuana, una meca para los safaris. El lago empezó a disminuir de tamaño, dando lugar a grandes extensiones pantanosas con mucha vegetación en las que los humanos podían vivir en buenas condiciones y así lo hicieron durante unos 70.000 años. Todo este sugerente relato procede del último estudio genético sobre el origen del Homo Sapiens Sapiens que se publica y que indica, aunque no confirma del todo, que esta especie surgió allí para luego extenderse por todo el mundo.

Situar en el tiempo y en el espacio el origen de la humanidad moderna no ha resultado fácil, aunque su origen africano no está en duda desde el siglo pasado. Los fósiles humanos hallados hasta ahora parecen indicar que surgió en el este de África pero los estudios genéticos, además de otros datos, se inclinan porque fue más al sur. Ahora, Vanessa Hayes y sus colegas de varias instituciones científicas han completado con muestras de sangre de nuevos individuos el análisis de los genes mitocondriales de una población muy aislada históricamente al sur del río Zambeze, en Namibia y Sudáfrica, y los han combinado con datos climáticos y de otro tipo. “Con todos los datos obtenidos, proponemos que el origen de los humanos anatómicamente modernos está en el sur de África, y que ocuparon su tierra natal hasta las primeras migraciones humanas que parecen haber sido causadas por cambios climáticos regionales”, señalan los científicos, de Australia, Sudáfrica, Corea del Sur y Namibia en la revista Nature.

Los datos geológicos y arqueológicos muestran que esta tierra natal de la humanidad moderna albergó el mayor sistema lacustre de África, el lago Makgadikgadi. “Antes de la emergencia de los humanos modernos el lago había empezado a vaciarse debido a movimientos en las placas tectónicas subyacentes”, señala el geólogo Andy Moore. “Esto tuvo que crear una gran zona pantanosa, que se sabe que es uno de los ecosistemas más productivos para albergar vida”.

El cronograma o calendario que propone el nuevo estudio incluye un periodo de estabilidad ecológica de 70.000 años antes de iniciarse una oleada de migraciones a través de nuevos corredores verdes establecidos hace entre 130.000 y 110.000 años por el cambio del clima.

Comienzo de las grandes migraciones

“Los primeros migrantes fueron hacia el noreste y después una segunda migración se dirigió hacia el sudoeste”, explica Hayes. “Parte de la población permaneció en el territorio hasta ahora”. Sus descendientes se pueden encontrar todavía en la región, desde Namibia a Zimbabue. En cuanto a las migraciones, la que más medró fue la que se dirigió hacia el suroeste, según se desprende de los fósiles y herramientas halladas en la costa de Sudáfrica, señala el estudio. Esto se debió posiblemente los recursos marinos a los que tuvo acceso.

En la actualidad, la región del gran desierto del Kalahari que linda con la sabana-oasis del delta del Okavango y los salares de Makgadikgadi, ahora parque nacional, se extiende hacia Namibia por el oeste y Sudáfrica por el sur y es una de las más solicitadas para realizar safaris fotográficos. Este flujo constante de visitantes extranjeros podría considerarse a partir de ahora como una vuelta a casa, a sus orígenes remotos.

No es descartable que la zona pase a estar también muy solicitada por los paleontólogos en busca de fósiles más antiguos que los del este de África, aunque se sepa que las condiciones de preservación son desfavorables y hasta ahora no se haya encontrado ninguno.

Un estudio único

El australiano Instituto Garvan de Investigación Médica, donde trabaja Hayes, señala que este nuevo estudio es único porque combina las disciplinas de la genética, la geología y la física climática para reescribir nuestra historia más antigua.

Hayes lleva una década investigando las poblaciones khoe-san de la supuesta cuna de la humanidad moderna en Namibia y algunos de sus individuos han donado su sangre para el análisis genético, que ha dado lugar a dos genomas mitocondriales hasta ahora desconocidos. Ellas y sus colegas explican que han contado con todos los permisos oficiales y de comités de ética para este estudio, que no puede considerarse definitivo porque, basándose en la anatomía y no en la genética, recientemente se han presentado como de Homo Sapiens fósiles datados en más de 200.000 años de antigüedad, hallados en Grecia y en Marruecos.

UPINGTON, SOUTH AFRICA – OCTOBER 15: A group of San Bushmen from the Khomani San community practice their hunter-gatherer craft in the Southern Kalahari Desert on October 15, 2009 in the Kalahari, South Africa. One of the largest studies of African genetics by an international team from the University of Pennsylvania, published in April 2009, revealed that the San of Southern Africa are the most genetically diverse on earth, and that the San homeland could be the spot where modern humanity began. The Central Kalahari Game reserve is one of South Africa’s largest nature reserves, bordering Botswana and Namibia, and is home to the San, or Bushmen, the last indigenous people of South Africa. Many of the San groups were forcibly removed from their ancestral land in the Kalahari Gemsbok National Park in 2002 by neighbouring Botswana’s government to make way for Diamond Mining, leaving their traditional nomadic hunter-gatherer lifestyle under threat. In 2006 the Bushmen won an historic ruling against the government allowing them to return to their ancestral land. With no direct access to water and the lure of modern trappings many did not return, choosing to stay in the settlements surrounding the park. (Photo by Dan Kitwood/Getty Images)
Cráneo de Neandertal con heridas mortales provocadas por armas

El artículo (podéis leer el original más abajo) nos habla de otro de los factores que pudieron influir en la extinción de los neandertales: su enfrentamiento con nosotros. Encontramos en el registro fósil muestras de muertes violentas. La violencia y la guerra es inherente a nuestra especie, al igual que seguramente en los neandertales. (Perdón, está en inglés)

Aparte de lo que dice el artículo, sabemos que tuvimos contacto con los neandertales en Oriente Próximo hace más de 100.000 años, manteniendo la huella genética. Sin embargo, desaparecimos de la zona para volver hace 60.000 años, de donde procede casi toda nuestra mezcla genética con ellos. ¿Qué ocurrió? ¿Conflictos? Posiblemente. Cuando volvimos mucho tiempo después, fueron los neandertales los que empezaron a retirarse hasta desaparecer.

También parece que nuestros grupos, en aquella segunda salida fuera de África, se compondría por grupos de unos 150 individuos (recuerda, el «número de Dunbar»), pero que llegarían a asociarse en grupos conectados de unos 2000 individuos. Si a esto le sumamos el desarrollo de nuevas armas y un lenguaje más desarrollado… seguramente esta guerra por el territorio fuera una de las claves de la extinción de este fascinante humano, el Neandertal. Sumemos la endogamia y alguna enfermedad y el cóctel es mortal para ellos.

Los últimos Neandertales
Homo sapiens en Europa

Merece la pena ser leído:

Neanderthals And Humans Were at War For Over 100,000 Years, Evidence Shows

NICHOLAS R. LONGRICH, THE CONVERSATION3 NOVEMBER 2020

Around 600,000 years ago, humanity split in two. One group stayed in Africa, evolving into us. The other struck out overland, into Asia, then Europe, becoming Homo neanderthalensis – the Neanderthals. They weren’t our ancestors, but a sister species, evolving in parallel.

Neanderthals fascinate us because of what they tell us about ourselves – who we were, and who we might have become. It’s tempting to see them in idyllic terms, living peacefully with nature and each other, like Adam and Eve in the Garden.

If so, maybe humanity’s ills – especially our territoriality, violence, wars – aren’t innate, but modern inventions.

Biology and palaeontology paint a darker picture. Far from peaceful, Neanderthals were likely skilled fighters and dangerous warriors, rivalled only by modern humans.

Top predators

Predatory land mammals are territorial, especially pack-hunters. Like lions, wolves and Homo sapiens, Neanderthals were cooperative big-game hunters. These predators, sitting atop the food chain, have few predators of their own, so overpopulation drives conflict over hunting grounds. Neanderthals faced the same problem; if other species didn’t control their numbers, conflict would have.

This territoriality has deep roots in humans. Territorial conflicts are also intense in our closest relativeschimpanzees. Male chimps routinely gang up to attack and kill males from rival bands, a behaviour strikingly like human warfare.

This implies that cooperative aggression evolved in the common ancestor of chimps and ourselves, 7 million years ago. If so, Neanderthals will have inherited these same tendencies towards cooperative aggression.

All too human

Warfare is an intrinsic part of being human. War isn’t a modern invention, but an ancient, fundamental part of our humanity. Historically, all peoples warred. Our oldest writings are filled with war stories. Archaeology reveals ancient fortresses and battles, and sites of prehistoric massacres going back millennia.

To war is human – and Neanderthals were very like us. We’re remarkably similar in our skull and skeletal anatomy, and share 99.7 percent of our DNA.

Behaviourally, Neanderthals were astonishingly like us. They made fireburied their dead, fashioned jewellery from seashells and animal teethmade artwork and stone shrines. If Neanderthals shared so many of our creative instincts, they probably shared many of our destructive instincts, too.

Violent lives

The archaeological record confirms Neanderthal lives were anything but peaceful.

Neanderthalensis were skilled big game huntersusing spears to take down deer, ibex, elk, bison, even rhinos and mammoths. It defies belief to think they would have hesitated to use these weapons if their families and lands were threatened. Archaeology suggests such conflicts were commonplace.

Prehistoric warfare leaves telltale signs. A club to the head is an efficient way to kill – clubs are fast, powerful, precise weapons – so prehistoric Homo sapiens frequently show trauma to the skull. So too do Neanderthals.

Another sign of warfare is the parry fracture, a break to the lower arm caused by warding off blows. Neanderthals also show a lot of broken arms. At least one Neanderthal, from Shanidar Cave in Iraq, was impaled by a spear to the chest.

Trauma was especially common in young Neanderthal males, as were deaths. Some injuries could have been sustained in hunting, but the patterns match those predicted for a people engaged in intertribal warfare- small-scale but intense, prolonged conflict, wars dominated by guerrilla-style raids and ambushes, with rarer battles.

The Neanderthal resistance

War leaves a subtler mark in the form of territorial boundaries. The best evidence that Neanderthals not only fought but excelled at war, is that they met us and weren’t immediately overrun. Instead, for around 100,000 years, Neanderthals resisted modern human expansion.

file 20201024 23 10ckr5sThe out-of-Africa offensive. (Nicholas R. Longrich)

Why else would we take so long to leave Africa? Not because the environment was hostile but because Neanderthals were already thriving in Europe and Asia.

It’s exceedingly unlikely that modern humans met the Neanderthals and decided to just live and let live. If nothing else, population growth inevitably forces humans to acquire more land, to ensure sufficient territory to hunt and forage food for their children.

But an aggressive military strategy is also good evolutionary strategy.

Instead, for thousands of years, we must have tested their fighters, and for thousands of years, we kept losing. In weapons, tactics, strategy, we were fairly evenly matched.

Neanderthals probably had tactical and strategic advantages. They’d occupied the Middle East for millennia, doubtless gaining intimate knowledge of the terrain, the seasons, how to live off the native plants and animals.

In battle, their massive, muscular builds must have made them devastating fighters in close-quarters combat. Their huge eyes likely gave Neanderthals superior low-light vision, letting them manoeuvre in the dark for ambushes and dawn raids.

Sapiens victorious

Finally, the stalemate broke, and the tide shifted. We don’t know why. It’s possible the invention of superior ranged weapons – bowsspear-throwersthrowing clubs – let lightly-built Homo sapiens harass the stocky Neanderthals from a distance using hit-and-run tactics.

Or perhaps better hunting and gathering techniques let sapiens feed bigger tribes, creating numerical superiority in battle.

Even after primitive Homo sapiens broke out of Africa 200,000 years ago, it took over 150,000 years to conquer Neanderthal lands. In Israel and Greece, archaic Homo sapiens took ground only to fall back against Neanderthal counteroffensives, before a final offensive by modern Homo sapiens, starting 125,000 years ago, eliminated them.

This wasn’t a blitzkrieg, as one would expect if Neanderthals were either pacifists or inferior warriors, but a long war of attrition. Ultimately, we won. But this wasn’t because they were less inclined to fight. In the end, we likely just became better at war than they were.

Nicholas R. Longrich, Senior Lecturer in Evolutionary Biology and Paleontology, University of Bath.

This article is republished from The Conversation under a Creative Commons license. Read the original article.

¿Qué es la autodomesticación?

(Copio esta entrada desde el genial blog Nutcrackerman)

Los procesos heterocrónicos actúan sobre el tiempo y el ritmo de la transformación de la forma y tamaño de los individuos de una especie, en relación con los de otra especie, de manera que el desarrollo se amplía o recorta y su ritmo se ralentiza o acelera. Por ejemplo, los perros actuales son más pequeños que sus antepasados los lobos, tienen la cabeza más redonda, un morro corto en los subadultos y un comportamiento dócil.

Los bonobos (Pan paniscus) son muy diferentes a los chimpancés comunes (Pan troglodytes). Éstos son muy agresivos, capaces de matar a otros semejantes e incluso a crías, y se organizan en grupos con una jerarquía individual y sexual muy marcada. En cambio, los bonobos son más tolerantes, y en su grupo no tiene tanta importancia la jerarquía, pudiendo compartir con tranquilidad comida, crías y parejas. Pues bien, los bonobos presentan algunas partes de su cuerpo con proporciones de un chimpancé común subadulto.

¿Por qué sucede esto? Según la hipótesis de la autodomesticación, el proceso evolutivo ha favorecido la retención de rasgos juveniles y recortado el desarrollo de estructuras morfológicas que pueden estar asociadas a un comportamiento agresivo, sobre todo en la cara, como el tamaño de los colmillos o el abultamiento de la región supraorbital. Esto promovería el comportamiento colaborativo de grupo y la socialización (Bruner, E. La evolución del cerebro humano. EMSE EDAPP, 2018).

Salient craniofacial differences between AMH and Neanderthals (top) and between dogs and wolves (bottom). Credit: Theofanopoulou, C. et al. Self-domestication in Homo sapiens: insights from comparative genomics. PLOS ONE, 2017

Trasladar esto a Homo sapiens supone asociar a la autodomesticación rasgos exclusivos de nuestra especie, como el cráneo esférico, la cara corta, la pérdida del vello corporal o la explosión de la creatividad y la innovación tecnológica. Sin embargo, estos rasgos han evolucionado en mosaico: el cráneo esférico sí está muy asociado a la morfología sapiens desde hace unos 200.000 años, pero el acortamiento de la cara y otros rasgos se anticipan ya en especies como Homo ergaster y Homo antecessor hace un millón de años, la pérdida del vello corporal probablemente estaría vinculada con el desarrollo de un cuerpo completamente moderno en Homo ergaster, y la explosión creativa comienza hace entre 100.000 y 60.000 años.

Por otra parte, si nos detenemos en la cara, nuestra especie se caracteriza por la neotenia, es decir, la conservación de rasgos juveniles en adultos en comparación con la especie antepasada u otras emparentadas. La cara de un Homo sapiens adulto es sorprendentemente parecida a la de un Homo neanderthalensis infantil.

Se piensa que este proceso se ha acelerado desde el Neolítico. Existe una correlación entre el desarrollo de sociedades humanas de mayor tamaño y la pérdida de masa muscular y la reducción del tamaño corporal. El desarrollo social ha mantenido reducida la agresividad en nuestra especie, aunque muchos opinen distinto… Aunque tampoco podemos asociar esto a la explosión creativa y la curiosidad que nos empujó a colonizar el mundo, dado que éstas ocurrieron mucho antes. Tampoco podemos descartar que la reducción de nuestro cuerpo esté asociada a otro tipo de adaptaciones, como una respuesta evolutiva a la reconfiguración hormonal consecuencia de la transformación de la actividad física humana. En todo caso, varios estudios recientes apoyan la hipótesis de la autodomesticación:

  • Los fósiles nos dan información, como la reducción de la capacidad craneal de los humanos modernos desde hace entre 10.000-20.000 años, como promedio un 10% en los hombres y un 17% en las mujeres (Henneberg, M. Decrease of human skull size in the Holocene, Human Biology, 1988). A este proceso podría también estar influyendo una reconfiguración cerebral para optimizar la elevada demanda energética de este órgano.
  • Pero también la genómica nos aporta una información importante. Comparando los genomas de los humanos modernos con los de especies animales domesticadas, se ha observado entre ellos similares caracteres fenotípicos que están regulados por un mismo conjunto de genes, relacionados con la función cerebral, el comportamiento, la anatomía y la dieta, y que están asociados con aspectos de la domesticación tales como la docilidad o la gracilidad de rasgos fisionómicos. Y este solape genético es distinto respecto a lo observado en otros genomas humanos como los neandertales o los denisovanos. Es decir, presentamos caracteres fenotípicos gráciles y juveniles en comparación con los de los neandertales, igual que los de otras especies domésticas comparadas con sus tipos salvajes: perros con lobos, bueyes con bisontes (Theofanopoulou, C. et al. Self-domestication in Homo sapiens: insights from comparative genomics. PLOS ONE, 2017).

Una última hipótesis muy interesante para explorar, es la relación entre los primeros procesos de autodomesticación y los orígenes del lenguaje humano, planteada a partir de determinados comportamientos comunicativos observados en experimentos con perros y lobos, y otras especies animales (Thomas J. and Kirby S. Self domestication and the evolution of language. Biology & Philosophy, 2018).

Cráneos Teshik-Tash neandertal infantil y humano moderno adulto

Cráneos de Teshik-Tash (neandertal infantil de 7-9 años de edad) y humano moderno adulto. Crédito: Roberto Sáez

Más: Primera demostración genética de la autodomesticación genética (pincha sobre la foto):